Pequeño Arlequín

El Pequeño Arlequín no sabía que hacer, por un lado sabía que tenía que luchar por lo que quería, y por otro sabía que si se escondía podría conseguir que todo volviese a arreglarse. El Pequeño Arlequín sabía que se sentía, sabía que era luchar sin conseguir nada y al dejar de luchar conseguir todo en la mitad de tiempo. Podría suceder que por una vez todo fuese al revés, pero a lo mejor ya no valía la pena arriesgarse por nada.
Poco a poco el Pequeño Arlequín fue perdiendo las fuerzas, las ganas de hacer nada. Decidió que no iba  a luchas más, total no servía de nada. Dejó todo de lado, no se preocupó. Y así continuó y poco a poco creció, mas para la gente que conocía de siempre seguía siendo el Pequeño Arlequín, él que alegraba los malos momentos, él que sin ninguna razón hacía las cosas, él que hacía todo y no pedía recibir nada a cambio. Algunos le decían que eso no podía ser pero él no lo comprendía, no lo hacía por deber, él, simplemente, era así.
Con los años fue comprendiendo la razón por la cual le alertaban, vio como nunca nadie le recompensó realmente. Ante los demás podía fingir estar bien, en la oscuridad de su habitación, con la única luz de la tenue luna lloraba todo aquello que había contenido durante todos los años, lo que solamente una persona conocía y ya no valía la pena, lo que nadie nunca había visto. Tuvo que ocultar los miedos, crear un nuevo Pequeño Arlequín valiente, que se mostrara a los demás como alguien que no podía ayudar, sin puntos flacos, faltar a el Pequeño Arlequín de antaño que por todos era conocido, que por todos, a fin de cuentas, era utilizado.

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