Fin de clase

En primer lugar, todo mi respeto a las personas que aún no han finalizado los exámenes.
Ahora si, el fin de las clases. Las aulas desiertas. Gritos a lo lejos. Eso es el último día de clase. Día de risas y de llantos.
Recuerdo mi último día en el colegio. Lloramos mucho, no volveríamos a pisar el lugar en el que conocimos a nuestros amigos, en el que aprendimos gracias a los profesores lo que era la vida real. Sentíamos que íbamos a sufrir un cambio enorme en nuestra vida, que al entrar por las puertas del instituto nos convertíamos en algo, en adultos, o por lo menos eso es lo que nos dijeron en la presentación de 1º de ESO.

Ahora, unos años después, al llegar el fin de curso ya no nos acordamos de aquel último día de clase, en el que nos dimos cuenta de que algo iba a suceder. Algunos si que cambiaron, se convirtieron en adultos, o en algo similar. Otros, quedaron como estaban, maduraron un poco, pero no se convirtieron en adultos propiamente dicho. Y después hay un pequeño grupo que se convirtió en algo similar a un adulto pero que se comportan de forma extraña.

Y en al final de cada curso ya no sueles llorar, te ríes de todo lo que has hecho durante esos 9 meses. Te acuerdas de las tonterías que has hecho, de las anécdotas graciosas de los compañeros, de las contestaciones de algunas personas a preguntas de cultura general, las conversaciones "serias" de la tutora con nosotros... Y lo único que deseas es que todo termine, llegar a tu casa, meterte en cama y disfrutar de poder estar en esta hasta casi la hora de comer. Planear el verano día por día, hora por hora, minuto por minuto...
Y al final del verano otra vez lo mismo, volver a clase y desear desde el primer día que pasen ya los 9 meses y que vuelva el último día de curso.

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